lunes, 13 de julio de 2009

Los puritanos del Barcelona

Hay una legión de aburridos hinchas del fútbol del Barcelona que ahora se escandalizan porque el Real Madrid se gastó en una semana 225 millones de dólares para contratar a Kaka y Cristiano Ronaldo, como si esa plata saliera de los bolsillos de los contribuyentes.

Salen a decir, como posando de humanistas y socialistas, que con esa plata se hubiera podido curar el hambre que azota al mundo subdesarrollado o el desempleo que golpea a Europa.

Nada más estúpido y oportunista. ¿Dónde estaban estos demócratas del dinero ajeno cuando el Barcelona compró a Ronaldinho, Romario, Maradona o Figo?

Nada tendría de malo si tal estupidez no traspasara las fronteras de los xenófobos azulgranas. Pero resulta que hay estúpidos que repiten el estribillo en toda España, incluso aquí en Colombia, donde mucho desprevenido se autoproclama culé, como si uno pudiera ser hincha de un equipo que no ha visto jugar jamás en la vida, en vivo.

¿Qué tiene de malo gastarse 225 millones de dólares en los pases de dos jugadores que reportarán al club una cifra superior en ganancias por la vía del mercadeo? Desde el punto de vista del negocio nada. Desde el punto de vista de la ética menos, y mucho menos de la responsabilidad social. El Real, como el Barca, es una empresa privada, que como todas las empresas privadas del mundo, hace con su plata lo que le viene en gana. Sin importarle que los niños del Chocó se mueran de hambre o que haya desempleados en las calles de Madrid. ¿Por qué estos puritanos del barca no hacen el mismo escándalo cuando otros multimillonarios del mundo se gastan sus ganancias en yates, modelos, joyas, mansiones? ¿Por qué no hacen escándalo cuando, sin ningún pudor, los banqueros de Colombia anuncian a los cuatro vientos sus ganancias, exponencialmente más altas que las de DMG?

Lo verdaderamente grosero de este asunto es que el Madrid se haya gastado ese dineral para comprar a Cristiano Ronaldo, el hombre que juega para sí mismo, el modelo deportivo que se viste con la ropa de un futbolista sólo para dar patadas a un balón con la absoluta seguridad de que una cámara lo está tomando. El narciso más grande e inoperante del mundo del balón. El Madrid se llenará de dinero, pero no de títulos.